domingo, 12 de octubre de 2008

Siembra y Cosecha

 

Una alternativa a esta enseñanza eclesiástica puede ser esquematizada en pocas frases: “Lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Dice literalmente también en el nuevo testamento (Pablo, Gálatas 6, 7). Por lo tanto no existe ningún estado eclesiástico definido, eventualmente con una pieza intermedia “Purgatorio”, si no una cosecha de una siembra. Y si la cosecha corresponde naturalmente en forma exacta a la siembra, entonces esta cosecha es justa. Y si una culpa, de toda gravedad imaginable, también tiene un determinado límite, entonces análogamente a esto, también la penitencia, respectivamente el efecto de este hecho. Y un dios bondadoso siempre muestra un siguiente paso, aún cuando el camino de salida de esta tribulación, puede demorar mucho tiempo. Y para que no se llegue a esta aflicción, porque asimismo es muy grave, Jesús enseña en la predica de la montaña (Mateo 5, 25-26): “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.”

No se puede decir en forma más clara: Tú saldrás. Sin embargo tú también debes primero pagar hasta el último centavo. Y como esto puede demorar mucho tiempo, reconcíliate preferiblemente enseguida. Y luego dice (5, 44): “Amen a sus enemigos, bendigan a los que les maldicen … para que sean hijos de su Padre que está en los cielos.” Esto evidentemente es el camino más rápido de todo infierno auto creado. Un eterno suplicio, como es expuesto en los dogmas de las iglesias, lo concibieron presumiblemente clérigos enfermos y sádicos, y algún día estarán contentos y agradecidos, si aquello, que otros deben sufrir, según la imaginación de aquellos, no los alcance. De esta manera también los teólogos pueden, más temprano o más tarde, abandonar este lugar, que concibieron en su imaginación sin límites, para millones y miles de millones de personas de otras creencias. Y así ciertamente se hará verdad, lo que Jesús de Nazaret había dicho sobre los teólogos, cuando los profetizó a los escribas de su tiempo: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21, 31). Sin embargo, en algún momento, cuando hayan vueltos, también los hombres de las iglesias y teólogos – evidentemente como los últimos – encontrarán el camino de regresa a Dios.

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